Una de las razones por las que el sistema capitalista no ha colapsado, a pesar de reiteradas predicciones, es la posibilidad que cualquier persona tiene de invertir en acciones y otros títulos de capital emitidos por las empresas. Por esa vía, los inversionistas participan en los beneficios y ganancias de capital, protegen sus ahorros de la inflación y comparten los frutos del crecimiento económico.
Eso sucede en los países cuyas compañías venden acciones al público. Pero cuando las empresas dominicanas necesitan fondos, suelen tomarlos prestados en los bancos, los aportan los propietarios, buscan socios afines o, a lo sumo, emiten bonos o descuentan facturas. Solo ahora se abre la perspectiva de vender acciones, pero todavía muchas de nuestras empresas no están anímica o estructuralmente preparadas para las implicaciones de hacerlo. La mayoría son de tipo familiar, sus propietarios no desean perder participación en el capital, ni quieren extraños opinando sobre sus decisiones.
De hecho, los dueños no perderían su control si vendieran un pequeño porcentaje de acciones, pero es importante tener en cuenta que las ofertas públicas de acciones requieren cumplir con requisitos de transparencia, información y gobierno corporativo, dirigidos a proteger los intereses de todos los inversionistas, aunque algunos sean muy minoritarios.
El desarrollo de las ventas de acciones fue limitado también por consideraciones tributarias y regulatorias, pero la declarada disposición oficial es remover cualquier obstáculo.
La decisión de emitir acciones está vinculada también con el propósito de la venta, en cuanto a si son acciones nuevas o en circulación. En ese sentido estará influida por las posibles ganancias de capital, los proyectos de expansión de las empresas, el precio que los inversionistas estén dispuestos a pagar, y los costos alternativos de financiamiento. Dada la pequeñez de nuestro mercado interno, el crecimiento de las exportaciones será un gran estímulo.