Debido al deterioro ambiental enfrentamos una perspectiva ominosa. Es posible que numerosas especies marinas se extingan antes de ser descubiertas. La pérdida en ese caso no llegaría a conocerse, pero no por eso sería menos real. En el pasado hubiéramos simplemente lamentado que desapareciera algo que antes existía, pero ahora se valora que perdamos la oportunidad de conocer y analizar el material genético de las plantas y animales que han desaparecido.
Los usos potenciales de esas especies para fines farmacéuticos, avances científicos, alimentación, procesos industriales y aumentos en los rendimientos son muy diversos. Un cálculo elaborado por el Laboratorio Marino de Plymouth sitúa su valor por el orden de los 50 millones de millones de dólares, cifra probablemente inferior a su valor real.
Las especies marinas son afectadas por el calentamiento global, los desechos tóxicos, los derrames de combustibles, la pesca excesiva y la interrupción de las cadenas de alimentación, colocando a muchas de ellas en diferentes niveles de riesgo. Un problema que afecta los estimados a ese respecto es que los océanos continúan siendo la parte menos explorada del planeta, lo que introduce un alto grado de incertidumbre en cuanto a la severidad del peligro. Un riesgo particularmente nocivo es la reducción en los niveles de oxígeno en el agua, lo que amenaza la subsistencia de múltiples organismos vulnerables.
Según los expertos, las zonas más expuestas al peligro son las polares y tropicales. El porcentaje de especies en riesgo de extinción es mayor en las regiones polares, pero los trópicos están más amenazados por desequilibrios entre especies, como consecuencia de la diferente incidencia de los daños ecológicos sobre unas y otras.
Un aspecto notable del cambio ambiental es la rapidez con la que está ocurriendo. Los ecologistas ponen de relieve que el resultado de 50 millones de años de evolución puede ser desecho en menos de cincuenta.
